MENSAJES DEL ALMA

Mi Trifulca con Dios

Una historia personal

Nací en un hogar católico, fui bautizada y estudié en colegio salesiano tooooda mi vida. 

Era de esas personas que sentía que mi vida era perfecta. Tenía un hogar hermoso, amigos increíbles y los mejores padres que siempre derrocharon amor entre ellos y para nosotras; tuvieran mucho o poco, siempre nos dieron lo mejor. 

No recuerdo una navidad donde no tuviera el regalo que pedía, algo para estrenar y una deliciosa cena para disfrutar en familia.  Mi casa era el centro de reuniones. Recuerdo que trabajó con nosotros una chica de nacionalidad colombiana que cuando veía la casa llena de gente, decía Textualmente;

“Eta casa parece que tiene azucaaa hóoombeeee” muuuucha abeja para este paná jajajajajajaja 

Mi hogar siempre fue un lugar alegre; mi papá con sus anécdotas de la familia y sobre la historia del mundo y mi mamá con su pasión por la cocina y su inquietud constante , hacían de nuestras vidas algo divertido. A  las horas de comer nunca faltaban invitados en nuestra mesa. Mi padres siempre fueron personas muy cercanas y se involucraron en nuestra vida social a tal punto que, nunca sabremos si nuestros amigos venían a vernos a nosotras, o los visitaban a ellos.

Amaba mi hogar y ahí me sentía segura e invulnerable. Un hogar católico, de principios y sobre todo crecí viendo como mis padres,  aun sin ser personas opulentas, ayudaban a todo el que podían. En casa, siempre hubo una habitación extra para quien pudiera necesitarla y casi nunca estaba vacía.

A medida de que fui creciendo, fui haciéndome preguntas pero, supongo que por inmadurez, nunca dedique mucho tiempo a buscar las respuestas.

Me gradué de maestra de preescolar, me case y mi vida seguía siendo perfecta. Lo único que no era perfecto, era el problema de salud de mi madre, pero ella era tan fuerte y sabía llevar de una manera tan insólita su enfermedad, que nunca dejó de hacer hasta lo que no podía, lo que por momentos, nos hacía olvidar su verdadera condición.

Luego de tres años de matrimonio y buscando salir embarazada, cuando por fin lo logró, perdí a mi primer bebé de 9 meses. Daniela Alejandra, mi primera hija, quien siempre tendrá un lugar muy especial en mi corazón. Jamás olvidaré que tenía todo listo para recibirla y solo pude vivir junto a ella, la maravillosa experiencia de sentirla en mi vientre. Había escuchado que estas cosas pasaban pero jamás imaginé que podía sucederme algo así a mi.      

Entonces mi fe se tambaleó… Aun así, con la poca fe que me quedaba y desgarrada de dolor,  recuerdo haber entregado a Dios ese sufrimiento y pedirle, que si por alguna razón él consideraba que no merecía ser madre, nunca más permitiera que me quedara embarazada.  No quería volver a pasar por ese dolor y mucho menos, causar más dolor a mi  familia. 

La pregunta que rondaba mi cabeza era la típica…. ¿ Por qué a mi? Si no le hago daño a nadie ¿por qué tengo que ver a mi familia sufriendo si todos son tan buenos?

Estas preguntas se sumaron a las que de niña me hacía, desde mi hogar perfecto; 

Por que existe gente que se ve tan feliz y hay gente tan desdichada?

Por que, madres que desean tanto un hijo y cuidan sus embarazos, pierden a sus bebés y otras los abortan o paren en basureros y los dejan tirados?

Entonces comencé un largo camino en búsqueda de respuestas. 

Estudié sobre las distintas religiones, tratando de entender por qué razón un Dios que se supone que nos ama, podía permitir que pasaran estas cosas.

Aprendí a meditar para controlar pensamientos que me causaban dolor, conversaba mucho con gente que había pasado por algo similar, leía mucho sobre el tema ….. Entonces comenzaron a pasar cosas insólitas a mi alrededor que poco a poco me hicieron rescatar mi fe y me ayudaron a aceptar lo que había sucedido.

Entre las cosas que marcaron esos días, recuerdo que de regreso del hospital, al llegar a casa, vi a una señora con una niña muy rubia entrando al edificio donde vivía. Su mirada me produjo una gran ternura, era como si entendiera mi dolor y con una gran sonrisa me dijo en su media lengua “Hoa, toy Naniela” No pueden imaginar lo que sentí. Se habían mudado justo al piso de arriba una niña con el mismo nombre que había elegido para mi hija. Luego de eso, cada mañana, por lo inquieta que era, escuchaba a su mamá llamarla, Danielaaaaa….. Con cada llamada, mi corazón se arrugaba. Les confieso que más de una vez dirigí mi mirada al cielo, pidiéndole a Dios, no sentir tanto dolor.

Un día me escuche hablandome a mi misma, Me repetía mentalmente, cada vez que oía su nombre o escuchaba su voz, es mi Daniela saludando desde el cielo. Lo que comenzó como una tortura, terminó siendo un bálsamo para mi alma. Sin darme cuenta fui transformando mi dolor.

Los días siguieron transcurriendo y mi vecina de enfrente, que además era una amiga de la familia, dio a luz a su tercera hija. Una bebé hermosa. Ella era médico anestesista y me había acompañado durante mi hospitalización. Me brindó tanto cariño en ese momento tan duro, que no podía más que bendecir a esa criaturita, que a diferencia de la mía, había abierto sus ojos a la vida. Nunca sentí ni rabia ni envidia, solo pedía a Dios protección para ellas y para cada mujer embarazada que veía.

Lo otro que recuerdo fue, que al poco tiempo de lo sucedido, fuimos a un paseo familiar. Al llegar al lugar, notamos mucho revuelo. Gente que iba y venía. Un primo de tan solo 18 años, estaba desaparecido desde la noche anterior. Yo, que antes de llegar al lugar, solo pensaba en lo difícil que sería hablar de lo que me había sucedido con la familia, solo pude percibir un silencio absoluto. Nadie hablaba más que para preguntar la hora. Fueron unas interminables y duras horas de espera para conocer que, muy cerca del lugar donde estábamos, había perdido la vida en un accidente.

Un momento muy duro para todos. Para mi, además, fue como una cachetada que me decía “ Despierta, aún hay cosas más duras” No es que lo que yo viví perdiera valor, es que inmediatamente después de conocer la noticia, fuí consciente de que, tiene que ser aún más difícil de superar, la pérdida de un hijo con el que has compartido vida tanto tiempo. Luego de esto, no hay un día por el que no pida a Dios por esas madres que tienen que ver sufrir a sus hijos a causa de enfermedades, por las que un día les dan un beso en la puerta de casa y nunca más los ven regresar, por las que les dan las buenas noches y nunca más los ven despertar. Estas pérdidas se convierten en heridas con las que algunas aprendemos a vivir pero que jamas podran sanar.

Sin duda, un momento también difícil, fue conocer a mi prima /sobrina.

Mi tía la menor y yo nos criamos como hermanas y estábamos embarazadas al mismo tiempo. No lo planificamos pero nos hacía mucha ilusión estar juntas en este proceso. Era su tercer embarazo. Siempre había estado a mi lado en los buenos y malos momentos, pero esta vez, a pesar de ser el momento en que más hubiese querido tenerla a mi lado, no pudo estar. Vivíamos en ciudades diferentes y no pudo viajar ya que acababa de dar a luz.

Al mes de mi perdida fui a conocer a su bebé. Fué una mezcla entre amor y dolor, No sé para cuál de las dos fue más difícil. Si para ella verme llegar con los brazos vacíos o para mi, ver que ella tenía en sus brazos lo que yo había perdido. Aún así, Inexplicablemente minuto a minuto, ese momento se fue transformando en algo tan bonito que llenó mi vacío. Tenía en brazos a alguien que amaba desde antes de nacer y podía volcar en ella todo mi amor de madre reprimido. Fue mágico. Ese día entendí que tenía que seguir adelante sin Daniela y soltar mi obsesión por ser madre. Todo estaba en manos de Dios.

Con cada situación que vivía, conocía una cara muy dura de la vida con la que hasta el momento, no me había enfrentado. Fue como crecer de golpe.

Pero algo me decía que nada de lo que había sucedido era culpa de nadie y mucho menos de Dios, justo lo contrario, sentía que había una fuerza inmensa acompañándome en mi proceso. Viví momentos muy duros de otras personas que me hicieron ver que no era la única a la que le pasaba algo así, que existían en la vida, situaciones aún más difíciles de superar y que cada persona que conocía, con su experiencia, me aportaba una señal que me indicaba que podía superar lo sucedido.

Con todo lo que la vida me estaba mostrando, no es que perdiera valor lo que yo había vivido, no es que existan grados de dolor más o menos importantes, solo entendí que si una madre puede superar la muerte de un hijo al que ha abrazado durante 18 años, yo también podía superar mi pérdida. Sentí de nuevo mi Fe y me abrace de ella.

A los dos meses ya estaba embarazada de nuevo. Tengo dos hijos hermosos que llenan por completo mi vida y un ángel en el cielo que me enseñó a ser valiente, a tener fe pero sobre todo, me mostró claramente, que se puede encontrar en el día a día, en las personas y situaciones que nos rodean, las respuestas que nunca podremos encontrar en internet.

Hoy por hoy, entiendo que no existe nada en el mundo que no se pueda superar, por duro que sea, todo forma parte de nuestros procesos y solo aceptandolos, podemos seguir adelante.

Dios no es responsable de nada, somos nosotros responsables de nuestras acciones y de sus consecuencias. Lo que hagamos bueno o malo, en esta u otras vidas se reflejará en nuestros procesos. Dios no enseña con castigos, más bien nos da la fuerza para sobrellevar las vicisitudes y nos envía emisarios en forma de personas para apoyarnos con su amor. 

Creo que Dios, Mahoma, Buda, Cristo….. Es el nombre que le damos a esa energía superior que nos guia, nos cobija, nos mantiene, nos levanta y que lo importante es tener algo de que agarrarnos en esos momentos en los que sentimos que las fuerzas nos abandonan. 

Si has llegado hasta aquí, es posible que sea porque quieres aprender a identificar esas señales,  si te sientes listo(a) puedo enseñarte.


Escríbeme un correo, no te vas a arrepentir.-

Atenta que las señales, están ahí

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